Fragmentos
Raíces, caminos y razones de
La Comedia de Campana
La Comedia de Campana - 50 años haciendo cultura -
Fragmento Nº 4:
Arte y Transformación Social

por Guillermo Rodoni


Hace escasos días, en un reportaje por televisión, el periodista me preguntó:

- Qué es el teatro para vos?-

Bueno... bueno... Me lo disparó a quemarropa! Sin aviso previo!...

No se imaginaba que a medida que avanzo en el tiempo más difícil se me hace responder esa pregunta.

Y quizá la dificultad sea lógica: prácticamente me obligaba a definir mi vida, a confesar quién soy yo!...

Tal vez un médico o un panadero o un mecánico o un ingeniero con muchos años de profesión sobre sus espaldas, se topen con la misma dificultad al intentar definir sus oficios respectivos.

No tenemos idea de cuándo hemos aprendido que si el semáforo está con la luz roja encendida debemos detenernos. Alguien alguna vez nos habrá colocado ese dato en nuestro cerebro y allí continuó indeleble y continuará hasta el fin. Y desde aquel remoto entonces vamos andando con esa premisa: luz verde, avanzar; luz roja, detenerse...

Estando así las cosas es difícil tratar de explorar nuevos caminos o intentar otras posibilidades. Pese a que, sin embargo, la realidad demuestra diariamente que no todo está bien en el mundo y que no son justamente la justicia y la libertad los valores que rigen cotidianamente la vida humana.

¿Podemos entonces estar seguros de que cada uno de aquellos dictámenes a los que vamos obedeciendo continuamente son los que más convienen a nuestra alegría de vivir y a nuestra felicidad?...

Y ante la duda, ¿cómo hacemos para indagar esa verdad o para buscar otro lugar posible?

¡No podemos cruzar la calle con luz roja sin poner en riesgo toda nuestra vida!

Ahora bien: Hay un lugar donde eso es posible. Y ese lugar es exactamente el Teatro!

En forma directa para nosotros, los actores y actrices que jugamos sobre la escena.

Y en forma indirecta, para el público, que palpita y zozobra con cada una de nuestras acciones.

Visto de esta manera, el Teatro tiene mucho que ver con un magnífico laboratorio, en el que se trata de analizar y sintetizar una y otra vez cada componente de la Vida.

Somos bichos sociales y uno de esos componentes, tal vez el principal y de seguro el que más deteriorado se encuentra en nuestro tiempo, es el constituido por las relaciones entre unos y otros. La relación con mi vecino... La relación con mi amigo, con mi mujer, con el otro...

Será todo tal cual nos lo han contando de generación en generación?

No habrá otras posibilidades?

Todo lo que alguna vez nos dijeron que era malo, ¿será tan malo como nos lo dijeron?

Evocando a Nicolás Guillén, me pregunto: ¿no hay nada más que eso que habéis escrito, que eso que habéis sellado con un sello de cólera?

Pues el teatro es justamente el ámbito donde puedo sin miedo formular la pregunta.

¿Dónde si no en el Teatro hubiera yo podido asaltar a una mujer en la oscuridad de la noche?

¿O vender pelotitas estando atacado por un horroroso flemón?

¿O convertirme en perro para lograr conseguir trabajo en tiempos difíciles?

¿O enamorarme nada menos que de mi jefa de personal?

Exploraciones cotidianas ensayo tras ensayo, función tras función, personaje tras personaje.

Y así, sin darnos cuenta, nos vamos nutriendo.

Vamos haciendo nuestras las palabras ajenas, al tiempo que nos damos cuenta de que aquel gesto nuevo que pusimos en nuestra cara nos da más resultado que el que siempre habíamos usado; que si bien yo no tengo hermanas, tengo un montón de hermanas; que si no soy el Rey Arturo soy más que el Rey Arturo porque además de ser él soy el mendigo...

En resumen: veo al Teatro como una gran mesa de laboratorio donde lo que se estudia somos nosotros; ¡pero sin riesgo! ¡Ningún riesgo! Ya que solo se trata de un juego!...

Sin embargo, si el resultado nos viene bien, podemos robárselo al teatro y guardárnoslo para nosotros... No hay nada que perder y todo para ganar.

Y así podremos un día dejar atrás caminos equivocados, tal como la programación neurolingüística nos ofrece, pero sin sufrimiento....

Y hasta podrá llegar el tiempo en que todos estemos convencidos de que la vida es más digna de ser vivida si todos, sin excepción, podemos participar de la fiesta.

Justamente esa fiesta es lo que en cada ensayo y en cada función me anticipa el Teatro.

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Maravillosos e inolvidables recuerdos envuelven esta imagen donde estoy con Gabriela Jiménez en una escena de la obra "Camino Negro", de Oscar Viale


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En el personaje de Monterito, de la obra "Como un puñal en las carnes", de Mauricio Kartun



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