Fragmentos
Raíces, caminos y razones de
La Comedia de Campana
La Comedia de Campana - 50 años haciendo cultura -
Fragmento Nº 22:
Punto de partida

por Guillermo Rodoni


Tal vez éste tendría que ser el fragmento inicial. Y en realidad no sé por qué extraña razón no se me había ocurrido escribirlo hasta este momento…


Me estoy refiriendo a la razón principal por la cual, a lo largo de toda mi Vida, una y otra vez he recomendado a quien se cruzaba por mi camino, que considerara la posibilidad de hacer teatro.

¡Y es muy simple! 

¡Y es muy fácil de sintetizar!


En los albores de mi Vida, o más bien en la primera adolescencia, yo era un individuo taciturno, más bien solitario, predispuesto a pensar que el mundo estaba allá, fuera de mí… Me recuerdo a mí mismo pasando, con la fugacidad de un parpadeo, de la máxima euforia a la horrible sensación de soledad y tristeza, de la mayor seguridad a la más endeble vulnerabilidad.

Tengo la impresión, ahora, mirando mis recuerdos, que bastaba una mirada, un gesto, una palabra, para que de golpe me sintiera caer en la melancolía, en la tristeza, en la desesperanza...

Me recuerdo a mí mismo en aquellos años juveniles, buscando, desesperadamente a veces, que mis compañeros y compañeras de la escuela me incluyeran en su entorno. Y terminando siempre con la sensación triste de que todos ellos y todas ellas estaban allá, mientras yo estaba acá, solo, distanciado o abandonado.

Así pasaba mi tiempo.

Así pasaban los días… 

Hasta que una mañana, en un recreo, en la escuela donde cursaba yo el cuarto año del bachillerato, un compañero con quién no por casualidad terminamos siendo amigos hasta los días actuales, y una joven profesora de literatura con quien sentía que tenía una gran  afinidad coincidieron en invitarme a un seminario de Teatro que ofrecía la Municipalidad de Campana y que era organizado y desarrollado por la entonces Subsecretaría de Cultura de la Nación; aquélla que, en el viejo y hermoso edificio de la esquina de Alvear y Rodríguez Peña, en Buenos Aires, mucho antes de la existencia del Instituto Nacional del Teatro, era conducida por Juan Carlos Pássaro, el hombre que levantó el telón de lo que iba a ser de allí en más mi Vida entera.

El seminario, que se componía por cinco materias, se desarrolló durante un par de años en los que, sábado tras sábado a las 14:30, nos encontrábamos en la Biblioteca Pública Municipal de Campana para cursar aquellas cinco materias de la mano de maestros y maestras de lujo como lo fueron Flora Martínez, Eva Aronskind, Julia Olivari, José Pérez Ruiz y el propio Pássaro (en Expresión Corporal, Fonoaudiología, Lectura e Interpretación de textos y Arte Dramático, respectivamente).

La chispa inicial dio lugar a una llama cada vez más grande, de modo que al cabo de ese tiempo, cuando el seminario llegó a su fin, yo sentía que ya no podría vivir sin ese componente. El Teatro se había inoculado en mis arterias. Empezaba a entender y a disfrutar la Vida de un modo más completo, más profundo, con un sentido más existencial y verdadero. 

Los colores se hicieron más intensos. 

La energía brotaba con más fuerza cada día. 

"El hombre que yo quiero debe luchar por lo que ama sin cuidarse ni del bien ni del mal" decía aquel personaje del que me enamoré en aquellos inicios.

Empecé de a poco a corporizar a ese personaje.
Aprendí a amar.


Fue así como le propuse, a un grupo más cercano de compinches con quienes nos juntábamos muchas tardes a ensayar, a leer o a tomar mate, alumnos y alumnas de aquel seminario, que continuáramos por nuestro medio la experiencia que juntos habíamos comenzado. 

Y entonces nació lo que finalmente llamamos Centro de Experimentación Teatral de Campana.

Y el Centro de Experimentación Teatral de Campana empezó a trabajar.

¡Y ya no se detuvo nunca más!

Cambió de nombre. Eso sí. 

Pero jamás dejó de ser lo que los sueños de aquellos y aquellas adolescentes le imprimieron en sus albores.

A medida que los años pasaban fue Centro de Experimentación Teatral, fue La Comedia de Campana, fue Comedia Municipal de Campana, y finalmente volvió a ser, hasta nuestros días, La Comedia de Campana.

No voy a hablar aquí de esa Institución.

Solo la menciono por haber sido el ámbito que, como lo dije muchas veces a lo largo del tiempo, generó y posibilitó mi renacer.

Allí aprendí a ser cada vez más yo, al verme multiplicado por un sinnúmero de personajes con quienes indefectiblemente sentía que tenía un montón de puntos en común.


Allí empecé a amar conscientemente.

Allí empecé conscientemente a vivir.

Allí empecé a ver al otro.

Allí empecé a sentir al otro.

Allí empecé a ver que mis compañeros y compañeras eran también parte de mi mundo.

¡Éramos iguales! 

Y los límites del mundo se ensanchaban. 

Y aquel hombre y aquella mujer a quienes tomábamos como modelos para decir nuestros bocadillos en el escenario, estaban sentados en el público, emocionándose con lo que nosotros hacíamos y decíamos en la escena.

¡Eran iguales a nosotros!


Y un día, no recuerdo ya cuándo ni por qué, empecé a sentir que yo era un tipo feliz.

¡Y pude gritarlo a los cuatro vientos!


Y pude sobrevivir, como tantos y tantas, a adversidades impensables a las que me fue sometiendo la Vida: la dictadura, el genocidio, mi cirugía cardíaca, la pandemia…

Y pude atravesar todo eso con una sonrisa en los labios y otra más profunda en el corazón.

Fue en ese cultivo donde empecé a aprender que éste soy yo, como decía Ana en el personaje de ¡No hay que mostrar la cola!.


Mis más entrañables amigos y amigas fueron, a lo largo del tiempo, quienes recorrieron conmigo los caminos de La Comedia…


Allí, en La Comedia de Campana estaba la Vida para mí.

¡Y esa necesidad de estar juntos!

¡Y esas ganas incontenibles de compartir todo!

¡Ese entregarse por entero al otro!

¡Esa forma de concebir y de entender la Vida!

¡Eso es el Teatro, amigos míos!

¡Eso es el Teatro, compañeras!


¡Cómo no recomendarle, entonces, a todos y a todas quienes vienen detrás en el camino, esta receta mágica que pude comprobar hasta el hartazgo una y otra vez en mi experiencia!

¡Si buscan la Vida, hagan Teatro!

¡Aprendan los oficios del actor!

¡Súmense a las filas de quienes tuvimos la suerte de descubrirlo, de conocerlo y de practicarlo, y que sentimos, gracias al Teatro, que la Vida es maravillosa y que no tendría ningún sentido sin el otro!

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Imagen parcial del grupo fundador en 1969


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Otra imagen de aquella época, poblada de adolescencia...



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