Vuelvo brevemente a las primeros tiempos:
Estamos por salir a escena para estrenar un nuevo espectáculo.
Todo va fluyendo como lo esperábamos.
El telón se inclina hacia adentro de la escena... Eso no es sino la confirmación de que el público ha ingresado a la sala produciendo ese hermoso bullicio en el que inevitablemente tratamos de reconocer alguna voz amiga.
Haciendo un esfuerzo consciente para mantener el cuerpo lo más relajado posible, disfrutamos de ese momento único en el que la ansiedad se eleva a niveles increíbles y la adrenalina fluye como nunca.
La función transcurrirá según lo esperado, de acuerdo perfectamente con lo ensayado una y mil veces; aunque seguramente, vaya a saber por qué ignotas razones, algún sonido incidental entrará un instante antes o después de lo previsto, alguna luz nos dejará a oscuras en algún momento crucial, o pequeños imponderables llamarán nuestra atención para preguntarnos el por qué de esas fallas si apenas uno o dos días antes, en el ensayo general, todo había funcionado de maravilla y exactamente tal como había sido fijado en los ensayos.
Espiando por un orificio pequeñísimo en la tela de alguna bambalina, cuando no del telón de frente (aún no descartado en los espectáculos teatrales), algún compañero del elenco, pese a las severas prohibiciones impuestas por el director, descubre en la platea ese rostro conocido y de ribetes ambivalentes: siempre esperado y bienvenido, y siempre temido y cuestionado al mismo tiempo.
¡Allí está! Sentado cómodamente esperando con pasmosa tranquilidad que las luces se apaguen para dar comienzo a la función.
Es el crítico...
No sabemos quién le ha otorgado ese derecho de opinar públicamente sobre nuestro espectáculo, pero nosotros se lo convalidamos con expectativa y respeto.
Al cabo de un rato, siempre breve, brevísimo, la función llega a su fin. Pese a algún traspié que nos recuerda que la perfección es difícil de alcanzar, estamos felices. Abrazos, alguna lágrima, risas, más abrazos... surgen a borbotones no bien desaparecemos de la vista del público y nos quedamos en la más maravillosa intimidad recuperada.
Todos se han retirado. El crítico también.
Solo quedamos nosotros, los verdaderos dueños de un teatro que lentamente vuelve a recuperar su fisonomía cotidiana.
Mientras celebramos con alegría sentados a varias mesas unidas del bar, de pronto ya surge en nuestro cerebro el signo de pregunta: -¿qué le habrá parecido? ¿le habrá caído bien? ¿qué pensará? ¿qué será lo que escribirá mañana en el diario?
Esa noche dormimos plácidamente, con pesadez... Pareciera que todos los esfuerzos que hicimos por relajarnos antes y durante la función surtieran sus efectos recién ahora, cuando la conciencia se borronea en el sueño y nos dejamos llevar por la tranquilidad del objetivo logrado. Un objetivo complicado, en el que todo depende de el otro.
No lo habíamos pensado antes.
Tal vez no lo queremos pensar ahora tampoco.
Pero en honor a la verdad debemos reconocer, allá, bien en lo íntimo, que si hemos hecho todo ese trabajo ha sido exclusivamente para ponernos en contacto con los demás; para llorar y reír libremente ante ellos y ellas, venciendo por una vez las represiones que nos obligan a ocultarnos y escondernos para que nadie se entere de que algunas cosas nos hacen sufrir, que otras cosas nos catapultan hasta el paroxismo de la alegría, que somos vulnerables... ¡tan vulnerables!
Empiezo a comprender un origen posible de esta fuerza de atracción tan potente que me ejerce el teatro...
- ¡Por supuesto que no soy yo quien llora! ¡Es mi personaje el que no puede contener las lágrimas!
- Ni soy yo quien se enoja.
- Ni soy yo quien sueña.
- Ni es mi cuerpo el que se muestra en escena.
- Ni es mi pasado el que me proyecta.
- Ni es mi historia la que estoy contando...
- ¡Por supuesto!
En un rincón de mi cerebro tal vez empiezo a darme cuenta, sin yo saberlo, del origen de esa tremenda fuerza que me atrae al teatro... Esa fuerza que ha hecho posible que desde aquel día en que por primera vez ingresé en él no haya podido alejarme hasta ahora...
Pero sigo durmiendo de un tirón hasta la mañana, que casi seguro será soleada...
Ya tendré tiempo, cuando me despierte, de recordar cada pormenor de la función de anoche, de volver a degustarla y paladearla con deleite, y de empezar a sentir crecer con más fuerza la incógnita sobre la posible devolución que nos hará aquel crítico.
En las ciudades del interior prácticamente no existen en la actualidad esos especialistas cuyo accionar tanto valor tenía para actores, actrices y directores a la hora de preocuparse por perfeccionar y pulir sus productos artísticos.
En La Comedia de Campana el estreno de una obra de teatro consta de una secuencia casi siempre repetida sin mayores variaciones: la preparación previa en grupo; la preparación individual o en pareja; el vestirse; el maquillarse y caracterizarse; la relajación física; el ingreso del público a la sala; el estreno propiamente dicho; los aplausos de un público que no siempre coincide con el que habíamos soñado; y el saludo final...
Y al otro día, o durante los días próximos, la ansiosa espera de los comentarios vertidos por la crítica en los diarios y revistas locales...
¡Qué importantes eran esas opiniones para cada uno de nosotros!
Por supuesto que, como en todos los ámbitos, siempre existieron profesionales de la crítica que hacían de su trabajo un verdadero aporte valiosísimo para la actividad artística mientras que había quienes querían hacer lo mismo sin contar con las mismas luces ni con los mismos conocimientos que aquéllos y que, por ende, se transformaban en vulgares charlatanes cuyas opiniones de poco o nada servían a nuestros intereses artísticos.
Sin embargo, descartando a estos últimos, el aporte que recibíamos de los primeros era verdaderamente enriquecedor. No en vano lo esperábamos con ansiedad...
Hoy en día esa profesión ha desaparecido. Y cuando hablo de profesión no me estoy refiriendo a la práctica rentada de un trabajo, sino a la realización de una labor encarada no solo con conocimientos e idoneidad, sino con la constante voluntad de continuar profundizando en su estudio y desarrollo.
Salvo muy escasas excepciones, solo quedan importantes y respetables críticos teatrales en los medios metropolitanos. Y los pueblos alejados y aún las ciudades del interior, a donde no concurren los nombres prestigiosos, lamentablemente tienen que resignarse a no contar con ese apoyo que tanto contribuye a la superación de los niveles estéticos de un grupo de teatro.
Tal vez no sea mala idea, ya que en fragmentos anteriores hablábamos de rendir homenaje a pasados y presentes que hicieron a nuestro camino, citar aquí nombres de críticos y críticas que mucho contribuyeron a la continuidad de nuestra marcha: Ronald Nash, Gotardo Croce, Ernesto Fráncica, Ronald Nash, Víctor Arenaza, Osvaldo Croce, Rómulo Berruti, Julio Belando, Cecilia Hopkins, Oscar Serrano... y más nombres que están allí, en la memoria, siempre dispuestos a provocarnos una reacción de alegría o una reacción de enojo, pero de quienes no dudamos sobre su conocimiento artístico o sobre sus deseos de sumar para que nuestro arte sea el arte que nosotros mismos soñamos que sea.
Hace ya varios años que quienes actualmente componemos La Comedia de Campana caímos en la cuenta de que tan sólo dos personas fueron quienes, a lo largo de la historia, han presenciado absolutamente todos nuestros espectáculos: el periodista y escritor amigo Gotardo Croce y una señora, también campanense, de nombre Nélida Costa (Porota), cuyos ojos seguramente han sido los primeros que conocí cuando emergí de su cuerpo para ver la luz.
Tanto él como ella han fallecido.
De modo que a estas alturas soy yo el único que ha visto todo lo hecho por el grupo; dato importante y a ser tenido en cuenta a la hora de evaluar la escasa objetividad de estos pensamientos...
Hugo Correa y Rosa García en una función barrial del espectáculo "Ensayo General"
Con Ana Barrionuevo y el grupo de actores y actrices checos que protagonizaron en Praga la obra "¡No hay que mostrar la cola!"
1 Medio Siglo haciendo cultura
2 Las dos formas de ver el vaso
3 De interés solo para nosotros...
4 Arte y Transformación Social
5 Lo esencial es lo visible
6 Una cuestión de energía
7 De profesión Jugador
8 "Soy hombre de teatro"
9 Los Sonidos del Silencio
10 Los límites del amor
11 La vida que respiro
12 A telón cerrado
13 La soledad del director
14 A sala repleta
15 El Grupo Estable
16 Yo... oficialista
17 Las dos máscaras de La Comedia de Campana
18 Me sentí Cenicienta
19 El 9 de Oro
20 Más acá de la pandemia
21 El CPTI y una nueva esperanza
22 Punto de partida
23 El barretazo de Camino Negro