En 1969, vaya uno a saber en qué mes, en qué día o a qué hora, se nos ocurrió constituirnos en un elenco dispuesto a encarar la tarea de ensayar y estrenar una obra de teatro.
Imposible recordar los pormenores…
Éramos cinco adolescentes sin más puntos en común que aquellas ganas...
A ese núcleo central se fue acercando un grupo de chicas y muchachos con ganas de sumarse y así pudimos llegar a producir aquel primer estreno inolvidable que concertó la expectativa, la emoción, la alegría y el aplauso de todo un público que llenó dos o tres veces aquella sala del Teatro Pedro Barbero que por primera vez servía de escenario a un elenco teatral completamente local.
Nos dimos un nombre. Y hasta hicimos confeccionar un sello de goma con las letras “Centro de Experimentación teatral de Campana”.
Emocionados por el existencialismo de Sartre, la lectura de Rayuela, las imágenes de aquel Che mítico y prohibido, a partir de nuestro trabajo cotidiano vimos brotar la amistad entre nosotros y descubrimos la hermosa posibilidad que el teatro nos ofrecía para cambiar el mundo, ¡nada menos!...
Nos sentíamos dispuestos a luchar desde el Arte y el Teatro por una vida más justa, más digna y más feliz para todos.
Durante algunos años nos mantuvimos como grupo cerrado, casi una especie de clan...
Hasta que en 1973 abrimos nuestras puertas y nos encontramos con la sorpresa de que casi doscientos postulantes se habían inscripto para intentar pasar a formar parte de nuestras filas!
Durante muchos años conservé aquellos listados…
Hasta que la atroz realidad de los años del genocidio me hizo comprender de golpe que toda lista escrita no era más que un peligro para todos los nombres que en ella figuraban…
¡Una pena haberme visto obligado a destruirla!
¡Imposible recordar ahora de memoria tantos nombres con ganas de exaltar la vida!…
Pero el caso es que así, entre ensayos, estrenos, talleres, giras y proyectos fueron pasando los años.
El grupo fue sedimentando. Siempre había alguien que se iba… Por distintas razones… Pero siempre había también alguien que llegaba; alguien que permanecía; alguien a quien al cabo de un tiempo ya sentíamos como un hermano o una hermana…
¡Sería necio no reconocer que los años de la dictadura fueron enormes capítulos adversos! Basta detenerse a analizar el ritmo de estrenos y trabajos públicos realizados antes, durante y después…
Pero cuando surgió en Buenos Aires la primera chispa de aquel glorioso Teatro Abierto fue como si un electroshock nos hubiera conmovido desde los pies hasta el pelo.
¡Y nos metimos de cabeza en aquella Empresa a la que, gracias a mi amistad personal con su ideólogo y creador, Osvaldo Dragún, pudimos ir conociendo a medida que se gestaba!...
¡Nuestra energía se multiplicó en cadena!
Dentro de “La Comedia… “ poquito a poco fue consolidándose un grupo al que entre nosotros llamábamos el grupo de los 7.
Ana Barrionuevo, Amorina Gómez, Gabriela Jiménez, Jorge Reales, Darío Peralta, Joaquín Castelli y yo… Tal vez el punto más elevado al que, como grupo humano y artístico, habíamos arribado…
Hermoso colectivo que, como el ferrocarril y las aerolíneas, resultó destruido por la política neoliberal contra la cual no pudimos ser suficientemente fuertes como para mantenernos cohesionados.
Por razones inherentes a la privacidad de cada uno de los integrantes, me reservo mi explicación de las razones por las cuales aquel grupo, el más sólido y el más estable que habíamos podido constituir a lo largo de nuestra historia, resultó atomizado…
¡Qué lindo es poder decir, viendo nuestro presente en estos días, que otros tiempos han llegado!
¡Otros aires respiramos ahora!
¡Otra realidad!
Y así como nuevamente tenemos aerolínea de bandera, ¡nuevamente se dan las condiciones para que un grupo germine, crezca y florezca!
Llegado a este punto creo que debo explicar el por qué me refiero con tanta insistencia a el grupo:
A lo largo de mi Vida tuve la oportunidad, increíble y maravillosa, de conocer muchos rincones donde se practica o practicaba el teatro de muchas maneras distintas. Desde aquella Polonia a la que muchos atribuían hace algunos años el mejor teatro del mundo hasta agrupaciones africanas que, sin el conocimiento del desarrollo de nuestras técnicas, nos deslumbraba con la vibrante energía que brotaba desde la escena; desde la enriquecedora simpleza de Eugenio Barba y su grupo hasta las inolvidables puestas de Enrique Buenaventura…
Siempre, en todos los casos, el elemento común fue la existencia de un grupo que perseveraba en el tiempo.
No soy sociólogo ni especialista en el tema como para detallar las razones de tal aseveración.
Sólo puedo afirmar que mi observación personal me llevó hasta esa conclusión.
El Teatro es como la Vida misma; se hace de historia y de experiencia.
Cuando un grupo de actores y actrices permanece unido a lo largo del tiempo va aquilatando vivencias comunes, se va nutriendo de las experiencias individuales que se suman en una olla común donde alegrías y tristezas compartidas se transforman en la sustancia insustituible que deviene después espectáculo emocionante e inteligente.
En tales condiciones, una mirada, un gesto, un mínimo movimiento muscular producido por un actor o una actriz, comprendido y reconocido de inmediato por sus interlocutores en escena, se multiplica y agranda, como a través de una lupa, para llegar potente e inimitable a los sentidos del espectador…
El grupo pasa a ser protagonista y circunstancia al mismo tiempo.
Nada puede sustituir a esa experiencia común, a ese conocimiento profundo del otro, a esa historia grupal que hace que el latido del corazón de uno palpite en el compañero o la compañera.
Puesto en la necesidad de definir humanamente ese rol de el otro en mí dentro del grupo no me es fácil encontrar una palabra… Suelo se me ocurre hablar de mi partener, concepto que adquiere ribetes, colores y profundidades muy distintas a la de compañero, amiga, hermana, padre… Un concepto que con el paso del tiempo va tomando ingredientes de todos esos otros para pasar a definir una relación absolutamente diferente, basada fundamentalmente en la profesión compartida, pero en la que se suman todas aquellas vivencias, personajes, situaciones vividas arriba y abajo del escenario…
Nada puede reemplazar el valor del grupo.
Tal vez en otras artes ocurra algo similar.
Pienso, por ejemplo, en la música…
Hace muchos años, durante la década de los setenta, conocí casi por casualidad a un grupo musical chileno que despertó mi profundo interés antes de escuchar una sola nota musical producida por ellos. Se llamaban Los Jaivas. Eran una banda chilena trashumante que ofrecía hacer un recital en estos lares. Vivían todos juntos en un mismo espacio físico. Y cuando nos preguntaban con su música para qué vivir tan separados si la Tierra es una sola la pregunta nos llegaba al alma porque tenía un olor y un peso que no nos dejaba ningún resquicio para dudar de su sinceridad…
Tuve la suerte de conocer varios grupos de teatro que eran, fueron, y en algunos casos aún hoy son, toda una institución inquebrantable. No necesariamente muy numerosos. Dos personas pueden ser un grupo.
Los vaivenes del sistema de vida, las dictaduras, la prepotencia, el miedo, las listas negras, la exacerbación del egoísmo, el fantasma de la inseguridad, la necesidad de rejas y candados… han producido la extinción de los grupos. Apenas uno que otro, muy reducidos en número y con muchos problemas de subsistencia, han podido sobrevivir.
Por estas latitudes, ¿dónde están los legendarios Fray Mocho de Buenos Aires, El Galpón de Montevideo o el Teatro Experimental de Cali de aquella ciudad colombiana?
O ¿cuáles son sus correlatos actuales?
Y lamentablemente hasta las leyes y las instituciones aportan su cuota para que el grupo haya pasado a ser un ente del pasado. En lugar de premiar y estimular la producción grupal, las oficinas del establishment exigen la conformación de cooperativas transitorias que nada tienen que ver con aquel concepto de permanencia en el tiempo.
Afortunadamente, como decía más arriba, los tiempos han cambiado!
Y al reparo de las nuevas circunstancias que las políticas de inclusión, de igualdad y de libertad han generado, la figura del Grupo Estable de Teatro empieza a asomar otra vez.
Si miramos desde Campana el panorama en derredor, comprobamos que La Comedia de Campana no está sola. Hay grupos que vienen hablando fuerte y desparramando energía desde los escenarios de la región. Grupos que llevan muchos años en el camino y grupos que han nacido ahora pero con todo el deseo de permanecer como tales.
Saludo con alegría a estas legiones.
¡Y tengo motivos para festejar el presente que nos toca!
Hablaba hoy del posible parecido con la actividad musical…
Me entero de que en La Plata unos jóvenes amigos de mi hija conforman una banda de música que encierra características sumamente interesantes: son cuatro o cinco muchachos que nacieron en el interior de la provincia de Buenos Aires, en un pequeño pueblito del sur. Han transitado juntos la escuela primaria, la escuela secundaria, compartiendo vida, años y sueños… Armaron la orquesta y decidieron trasladarse a La Plata para poder estar más cerca y contar con circunstancias más favorables para crecer artísticamente. Alquilaron una casa en la que todos conviven y donde han reservado una habitación, la más grande, para montar su sala de ensayos…
Escuché algún que otro tema bajado de Internet. La banda se llama Vumia.
Cada uno de los integrantes tiene seguramente su talento personal. Pero a eso se suma, estoy convencido de eso, el talento grupal generado por la necesidad de estar juntos y de mantenerse unidos en medio de la Vida.
¡Brindo por ellos!
Y brindo por todos los amigos y amigas que, cada uno en su rincón, siguen creyendo que cada cosa que hacemos es más rica, más bella, más colorida y más digna si al hacerla involucramos en ella los sueños y las energías de alguien más allá de nosotros.
¡Salud!
Hugo Correa, Guillermo Rodoni, Ana Barrinuevo, Mariano Aciardi, Sergio Coltelli, Néstor Antoniassi e Ivana Knop
Adrián Parravicini, Luis Acuilán, Ana Barrionuevo, Sandro Balanza y Guillermo Rodoni, después del estreno de la obra "Yo acuso, distinguido público!", de Sandro Balanza
1 Medio Siglo haciendo cultura
2 Las dos formas de ver el vaso
3 De interés solo para nosotros...
4 Arte y Transformación Social
5 Lo esencial es lo visible
6 Una cuestión de energía
7 De profesión Jugador
8 "Soy hombre de teatro"
9 Los Sonidos del Silencio
10 Los límites del amor
11 La vida que respiro
12 A telón cerrado
13 La soledad del director
14 A sala repleta
15 El Grupo Estable
16 Yo... oficialista
17 Las dos máscaras de La Comedia de Campana
18 Me sentí Cenicienta
19 El 9 de Oro
20 Más acá de la pandemia
21 El CPTI y una nueva esperanza
22 Punto de partida
23 El barretazo de Camino Negro